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De tal madre tal hija

Conoce la historia de tres madres y una abuela que viven lejos de su país natal y, pese a la distancia, las tradiciones relacionadas con el nacimiento de sus bebés. 

4 mins para leer Nov 25, 2015

La reclusión una tradición

Antes de llegar a Europa, Célestine vivía en Brazzaville, Congo. Célestine tuvo ocho hijos y su hija Poanzambé le “ha regalado” 6 adorables nietos que nacieron en España, con gemelas incluidas. Tras este doble nacimiento, Poanzambé recuerda que pasó tres meses recluida en su casa. Durante este tiempo, los bebés no salieron a la calle, ni una sola vez. En parte no salieron por que las pequeñas nacieran prematuras, pero este no fue la razón princial. Poanzambé siguió las recomendaciones de su madre. Esta “reclusión” de entre 3 y 6 meses es una tradición después del nacimiento en su tierra africana. La abuela y las demás mujeres de la familia ayudan a la madre para que ésta disfrute de una especie de permiso de maternidad para recuperar fuerzas y proteger su salud y la del niño, una necesidad vital para Célestine en esa situación concreta.

Annie y Nathalie, nacidas en Togo, también siguen sus tradiciones. Sus madres viven todavía en su país, pero esta separación física no las ha alejado de su cultura. Annie dice que su madre, siempre le habla al oído, y que siempre le ha dado buenos consejos. Annie carga a su bebé “en la espalda”, no fue precisamente por tradición, sino simplemente por comodidad, pues veía que su bebé tenía mejor temperatura junto a ella que en su cuna. Según Poanzambé, “así puedes hacer cosas con tu bebé sin verte bloqueada”. Y él está más tranquilo y llora menos”. A juzgar por el éxito de los famosos “canguros” y demás sistemas portabebés de estilo más occidental, todo parece indicar que esta madre iba bien encaminada.

Las caricias más beneficiosas, el poder de los masajes

En la actualidad, los especialistas no escatiman en elogios sobre este contacto con el bebé importado de otros continentes. Este contacto tan especial es beneficioso. De hecho, sirve para nutrir la piel del recién nacido y para potenciar su equilibrio afectivo. En palabras de Célestine, “en el Congo, desde que yo tengo uso de razón, nada más asoma la cabeza el bebé, ya empezamos a darle un masaje, para que esta sea redonda y bonita”.

Tradicionalmente, los bebés africanos disfrutan de este masaje, del que se dice que acelera la osificación del frágil cráneo del recién nacido. Los masajes se realizan con un ungüento u otro dependiendo del lugar. En el Congo, es pasta elaborada a base de aceite de palma y polvo de cola. De Togo, Annie y Nathalie se llevaron la costumbre de utilizar la manteca de karité, “porque hemos visto como nuestra madre, hermana, tía o prima la usaba o incluso hemos ayudado a aplicarla”. También estas mamitas africanas lavaron a sus bebés varias veces al día durante el primer mes. Esta tradición, fácilmente confundible por una higiene estricta, es más bien un ritual de purificación. Dice la tradición que, si no se respeta, el bebé crecerá con una “suciedad” que ya nunca podrá quitarse de encima.

La lactancia y las tradiciones africanas

Nathalie recuerda una de sus prácticas que la prepararon para la lactancia:“ antes del parto, me atiborré de semillas de palma. En Togo, dicen que sirve para tener más leche.” Entre sus risas, afirma que en su caso no se cumplió. Pese al contratiempo, pudo dar el pecho. En función de cada caso, la lactancia dura de un mes a más de un año. Todas comparten la misma convicción espiritual: “¡Si no das el pecho, el niño no te reconocerá!”

Es algo ancestral

Célestine, la abuela, acepta a regañadientes el cambio de prácticas. Por ejemplo, cuando sus pequeños nietos tosen les aplica unas hojas que trae de su país. Poanzambé hace oídos sordos a los consejos de su madre y prefiere ir a la farmacia. Todo lo contrario de Annie, que acostumbra a utilizar el ungüento que su madre le da cada vez que viaja a Togo. Y tiene sus motivos: “¡Es la panacea!”.

En la crianza se observan similitudes y diferencias. Annie educa a su hijo “a la africana". No le digo mil veces: 'tesoro, no hagas tal cosa'. A la tercera, lo digo con una voz firme y convincente”. Poanzambé recuerda cómo Célestine le hablaba con la mirada cuando eran pequeños: “Con esto bastaba para tenernos firmes. Hoy, cuando se lo hago a mis nietos, me preguntan por qué les miro así...“
 

La tradición de la presentación sigue viva entre estas madres. Ante la primera salida al exterior del pequeño se organiza una ceremonia de “integración”. Y la ocasión puede ser a los ocho días del nacimiento o después de varias semanas. A la ceremonia asisten normalmente el patriarca, familia y amigos, es una auténtica fiesta para dar la bienvenida al bebé. ¡Es fascinante ver como siguen estas tradiciones milenarias!

 

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